Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
En su
anotación del 25 de febrero de 1823, Wilhelm Waiblinger, el joven estudiante
admirador del poeta Friedrich Hölderlin, quien ha enloquecido y ha sido acogido
en la casa del ebanista Zimmer, en Tubinga, escribe:
El instinto de imitación es uno de los más
procaces y violentos. Inadvertidamente, sin siquiera quererlo, se han adoptado
ciertas peculiaridades, ciertos rasgos originales de un individuo al que se
admira. Eso me pasa a mí en lo referente al estilo de las construcciones de
Jacobi y con la sintaxis hölderliniana, al igual que antaño tropecé con Werther y Vida y poesía de Goethe, con Wieland. (63)*
Tenía
razón el joven estudiante. Había detectado en sus construcciones que es el
estilo de otro el que le domina, anulando su deseo de unicidad, de exclusividad
estilística, sumiéndolo en un abandono involuntario de sí mismo. Bajadas las
defensas creativas por efecto eficaz de la admiración, él deja de ser él. Otro lo
arrastra.
Como el
propio Waiblinger señala, ese proceso es distinto al de la copia consciente, al
del plagio intencionado. El fenómeno que se produce aquí está imaginativamente
más cerca de la idea de "posesión" que de otra cosa. El "admirador"
es absorbido, anulado, por el "admirado" a través de una alienación
estilística, en un proceso paralelo al de la absorción amorosa. El amado
fagocita al amante; el amante se transforma asumiendo los gustos y formas del
deseado.
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Wilhelm Waiblinger |
¡Qué diferente esta concepción romántica que define
la imitación como "instinto" con el que hay que luchar, so pena de
perderse, del juego imitativo, del metamorfosearse camaleónicamente en el
océano discursivo que para la posmodernidad es la escritura! ¡Qué distancia también
de la admiración racional del clasicismo imitativo!
En su breve epílogo de la obra de Waiblinger,
Anacleto Ferrer nos cuenta:
Waiblinger iba buscando desesperadamente
a un loco con la intención de hacer de él el personaje central de una de sus
obras, al principio piensa en Trenk, mas cuando conoce a Hölderlin su fantasía
se desbarata y el 8 de agosto de 1822 exclama: "Sólo quisiera describir a
un loco —no puedo vivir si no describo a un loco. No me quito de la cabeza en
todo el día a Trenk... 'Hölderlin! ¡Hölderlin!"; el 10 de agosto afirma:
"El héroe de mi novela —quiero escribirla después de Trenk— es un Hölderlin"; y el 11 de agosto el plan está ya
ultimado: "¡Voy a escribir una novela!... Consiguió la victoria sobre el Trenk... La historia de Hölderlin la
utilizaré al final".
Waiblinger
escribió la novela Faetonte y no solo
utilizó la historia de Hölderlin, sino también "algunas hojas de los
papeles del poeta"; un plagio parcial en toda regla. (85)*
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James Boswell |
Waiblinger subestimó al poeta loco. Creyó que podría
observarlo, rondarlo sin consecuencias. Lo pensó en términos de figurante de su
propia obra, una pequeña historia que colocar al final de una novela por
escribir. Nunca llegó a pensar que él mismo se convertiría en un apéndice, una entrada colateral, un mero añadido a la vida del genio.
Murió con 26 años y ha entrado en la frecuentemente injusta lista de las personas recordadas por haberse acercado a otros que les desbordaron, como James Boswell con el doctor Samuel Johnson.
Murió con 26 años y ha entrado en la frecuentemente injusta lista de las personas recordadas por haberse acercado a otros que les desbordaron, como James Boswell con el doctor Samuel Johnson.
La admiración artística tiene ese riesgo,
convertirse en posesión diabólica en
la que las palabras propias adquieran extraños ecos.
Wilhelm Waiblinger (1988): Vida, poesía y locura de Friedrich Hölderlin. Edición de Txaro
Santoro y Anacleto Ferrer. Hiperión, Madrid. [1830]
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