Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Muchos de
los espectadores de la nueva versión cinematográfica de Ana Karenina (Joe Wright 2012) dicen sentirse extrañados, algunos
frustrados, al salir de la sala. La crítica también ha estado divida: para unos
la obra es un fiasco esteticista, para otros una arriesgada puesta en escena,
un brillante ejercicio estilístico.
Partir
de un texto conocido, de un clásico
en ambos campos artísticos —la literatura y el cine— es siempre un juego
arriesgado entre la continuidad y la innovación que al arte requiere. Como
ocurriera con otra obra reciente —la Alicia
en el país de la maravillas, de Tim Burton (2010)—, los espectadores parten
de su experiencia previa de los textos y generan unas expectativas sobre lo que
van a ver. Ambas películas, Anna Karenina
y Alicia, son apuestas rupturistas, en direcciones diferentes, que
deben luchar por encontrar su conexión con los públicos, convencerlos. El público tiende a ser tradicionalista; el artista,
a la vanguardia. El público va por lo que espera ver; el artista crea innovando.
Al público le gusta entender; al artista
moderno, crear nuevos lenguajes. No
suele ser fácil conciliar a ambos.
La
apuesta de Joe Wright parte, como la de Burton, de un principio: el público
conoce la obra, no necesita ser contada. Puede trasladarse la visita
al País de las Maravillas diez años después o puede jugarse con la forma estilizándola
y estableciendo un movimiento entre el escenario teatral y el mundo "real",
oscilar entre la opereta y el drama realista. El ejemplo de la carrera de
caballos en el interior del teatro en la película de Joe Wright nos remite a lo que hizo George Cukor en My Fair Lady (1964) con la escena de la carrera de
caballos en Ascot, convertirla en un escenario teatral, no esconder su origen y
dejarlo en evidencia.
![]() |
(a,b) My Fair Lady - (c) Anna Karenina (2013) |
Este
principio —que la historia no necesita ser contada de nuevo— es un
elemento importante en toda traducción intersemiótica de este tipo, puesto que
se producen unas expectativas sobre lo que se recibe generadas desde lo que se
conoce. No se entiende demasiado la Alicia
de Burton si se desconoce la de Carroll; lo mismo ocurre con Anna Karenina: el que espere conocer la
obra de Tolstoi a través de la de Wright se verá frustrado; el que la conoce, puede que también. Ambos textos cinematográficos
trabajan sobre el conocimiento previo de la obra, un supuesto excesivo en nuestros
actuales públicos, con un conocimiento cada vez más imperfecto y disperso de
las obras clásicas, de lectura habitual en generaciones anteriores.
La
primera adaptación realizada de Anna
Karenina, la dirigida por Edmund Goulding en 1927, con Greta Garbo y John
Gilbert, es una "buena película", pero una adaptación que hace
llevarse las manos a la cabeza. Su título original fue "Love" y tiene
un final feliz alternativo. La obra se cierra con la muerte del marido y la
reunión de los amantes, ante la sorpresa de los conocedores de la obra de
Tolstoi. Cuando dejamos a Anna en la estación de ferrocarril suponemos que se
ha lanzado bajo las ruedas del tren. Es razonable que lo hagamos. Nuestra sorpresa
es mayúscula cuando el hijo de Anna le dice al Conde Vronsky, pasados tres años
desde las imágenes de la estación de ferrocarril, que su madre viene a
visitarle todos los días en el internado en el que se encuentra. No estamos
ante un precedente de El sexto sentido.
Nuestra sorpresa es todavía mayor cuando
la vemos entrar por la puerta y abrazarse con Vronsky.
Se
rodaron dos versiones: la del final feliz
se vio en los Estados Unidos; la del suicidio de Anna, en cambio, se exhibió en
Europa. Me imagino que se presuponía un mejor "conocimiento" europeo
de la obra y un posible rechazo "cultural" a que la última imagen de
la película nos mostrara a Anna y Vronsky fundidos en un beso. Posteriormente,
Greta Garbo se redimiría con una nueva versión sonora en 1935, esta vez con
Fredric March como Conde Vronsky.
La
naturaleza de los cambios de la primera versión de 1927 —de naturaleza
argumental— frente a los estilísticos de la de 2013 es muy distinta. En el
primer caso se incumplen las expectativas de la obra original satisfaciendo, en
cambio, los deseos de "finales felices", si no del público, al menos
de la industria, que pensó que funcionaría mejor en taquilla. En el segundo,
son las expectativas de "realismo", por decirlo así, las que se ven
incumplidas para parte del público, la que entiende que las
"adaptaciones" son versiones imitativas, miméticas de un original. En
este caso, se reproduce la historia, pero se presenta de una forma diferente a
la tradición representativa.
Desde el punto de vista de la transformación de los discursos, lo interesante es la contextualidad de las decisiones tomadas en cada caso, su acoplamiento con la cultura de su tiempo. Las preguntas aquí no son de orden estético valorativo, sino del texto como convergencia cultural de su tiempo, como síntoma comparable con otros momentos de la historia. ¿Por qué así ahora y entonces? Ya sea como tradición o como vanguardia, como continuidad o como ruptura, el texto aparece como el resultado de una serie de respuestas a las preguntas del momento. Un texto siempre es la concreción semiótica de unas decisiones estratégicas para comunicar algo y de una forma específica de hacerlo.
Desde el punto de vista de la transformación de los discursos, lo interesante es la contextualidad de las decisiones tomadas en cada caso, su acoplamiento con la cultura de su tiempo. Las preguntas aquí no son de orden estético valorativo, sino del texto como convergencia cultural de su tiempo, como síntoma comparable con otros momentos de la historia. ¿Por qué así ahora y entonces? Ya sea como tradición o como vanguardia, como continuidad o como ruptura, el texto aparece como el resultado de una serie de respuestas a las preguntas del momento. Un texto siempre es la concreción semiótica de unas decisiones estratégicas para comunicar algo y de una forma específica de hacerlo.
El
texto de León Tolstoi mantenía un vínculo dialógico con su tiempo y otro con la
tradición literaria, con el género novelístico que prolonga y transforma. La
película de 1927, la dirigida por Edmund Goulding, lo hace con su momento
histórico, con el texto literario escrito cincuenta años antes, con el género
novelesco, y con el cine como tradición. La película "Love" será el
comienzo de una ramificación cultural de "Anna Karenina", el inicio
de su andadura por la vía de un nuevo arte, el cinematográfico, que mantiene a
su vez relaciones con las demás artes. Las posteriores versiones mantendrán con ella una relaciones de diálogo,
expreso o tácito, directas o indirectas, para aceptarla o rechazarla, para
citarla o ignorarla. Todas lucharán por convertirse en la referencia agonística
de las posteriores, con la que se enfrentarán. Tim Burton tuvo que hacerlo con
la Alicia de Disney, texto
"fuerte".
En la
parte interpretativa, desde 1927 hasta 2013, toda una lista de Anna Karenina
han prolongado la línea de descendientes de Greta Garbo: la propia Garbo —que
se sucedió a sí misma, en un caso insólito en la historia del cine— en 1935,
Vivian Leigh, Claire Bloom, etc., hasta llegar a Keira Knightley, que tuvo que luchar con todas ellas. Lo mismo ocurre con
los Vronsky: Gilbert, March, Sean Connery... hasta llegar —y creo que en eso sí
ha habido unanimidad crítica y de público— a un desafortunado Aaron
Taylor-Johnson, que no ha logrado convencer a casi nadie. Demasiados galanes con
los que luchar.
Tengo las versiones de 1935, 1948 y 1967. para mi la mejor realizada y que se adapta al romace de Leon Tolstoy es la de 1967. las volvi a ver de nuevo las tres, y es una lastima que la de 1948 no se filmara en color, porque los tres personajes principales Vivien Leigh, Ralph Richardson y Kieron Moore, son los personajes mas acertados. Vivien Leigh como Anna Karenina esta maravillosa con su aire ingenuo,sonrisa inigualable, apasionado y tragico hasta las ultimas consecuencias; Ralph Richardson magnifico en su interpretacion de Alexis Karenin como el marido ultrajado, y Kieron Moore como el conde Alexis Vronsky esplendido tambien como el amante romantico y desesperado por la incompresion tragica de Anna Karenina. creo que si la de 1948 la hubiesen filmado en color seria superior a todas. los actores de reparto muy acertados tambien.
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