Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Vivimos
en universos textuales sujetos a constantes mecanismos de transformación. La memoria
externa —los depósitos de la cultura— están sujetos a constantes
transformaciones, como nuestra propia memoria. Señalaba el historiador del mundo de los libros, Robert Darnton, que «nunca existió la estabilidad textual en la era previa a Internet»*
(45). Se refería a la ilusión de "estabilidad" que los textos
impresos producen en comparación con los cambios constantes que experimentan
los textos digitales, que pueden ser difundidos y modificados posteriormente.
Los textos virtuales son plásticos, modificables, frente a los acogidos por el papel o
cualquier otro soporte material —papiro, pergamino...— a lo largo de la
historia.
La idea de la escritura como "fijación", frente a la
volatilidad del discurso oral y la fragilidad de la memoria, ha prendido en
nuestra comprensión de la cultura. La Historia, decimos, comenzó con la
escritura, tópico poco cierto. Lo que comenzó es el trabajo de los
historiadores, que escogieron los textos para realizar su labor.
Afortunadamente, estos planteamientos se han modificado introduciendo nuevos
conceptos de "documento" mucho más amplios.
Se refería Darnton a que no debemos pensar que la
fijación de la escritura convierte a los textos en inmutables. La historia de
los libros está llena de ejemplos de lo contrario, de variaciones constantes en
las ediciones. En ocasiones son los editores los que modifican los textos, pero
los autores tampoco se quedaban atrás. Cuenta Darnton:
Voltaire
jugaba tanto con sus textos que los libreros llegaron a quejarse. En cuanto
estaban vendiendo una edición de una obra, ya aparecía otra con añadidos y
correcciones del autor. Sus clientes protestaban. Algunos incluso decían que no
comprarían una edición de las obras completas de Voltaire —y había muchas,
todas diferentes— hasta que éste hubiera muerto, un hecho que los comerciantes
de libros esperaban ansiosamente.* (45-46)
Como podemos apreciar, los enemigos de Voltaire estaban muy repartidos.
La historia de los textos no es solo la de su
origen, sino también la de sus transformaciones. Desde una perspectiva
cultural, más allá de la filológica, el texto no es un momento de la historia
sino el inicio de la historia misma, es decir, el comienzo de un proceso de
cambios, de transformaciones de distinto grado.
La variaciones de las ediciones son solo un caso. Pero
las fronteras de nuestras disciplinas no son las de la cultura, que tiende por
el contrario a la expansión. Transformaciones son también sus traducciones a
otros idiomas, mediante las que los textos se insertan en espacios culturales
diferentes, los de las nuevas lenguas; también son formas de "traducción" las versiones "modernizadas" o
adaptadas a públicos, como ocurre con las ediciones infantiles.
También lo son las traducciones intersemióticas, en
las que se producen trasvases a nuevos soportes que admiten signos diferentes.
La conversión de textos literarios en obras fílmicas es solo una variante de la
conversión en óperas o en obras de teatro de los siglos anteriores. La
introducción de nuevos medios expresivos, comunicativos se incorporan a las
posibilidades disponibles para realizar las nuevas traducciones. Hoy los
videojuegos dan lugar a películas, cómics, novelas, animaciones, etc. como
antaño las novelas se convertían en películas, óperas u obras de teatro.
Son todos ellos procesos
de transformación que deben ser estudiados para comprender la relación entre lenguajes
y, sobre todo, el funcionamiento real de la cultura. El hecho de que los textos
estén en lenguajes y soportes diferentes no debe ser una muralla, sino que se
deben estudiar las relaciones de los textos viejos y nuevos, sus formas de
significación, su consumo cultural. Hay que estudiar lo que Yuri Lotman denomino
sus "semiosferas", los espacios simbólicos relacionales de los textos
transformados, traducidos a nuevas formas. La tradicional y condescendiente pregunta sobre "si es mejor el libro o la película", en el ámbito investigador y teórico debe ser sustituida por el "cómo del proceso transformador": las selecciones realizadas, la adecuación a los nuevos soportes, el repertorio de signos empleado, los cambios de estructuras, las modificaciones del acceso, la recepción de los nuevos públicos, las variaciones interpretativas, etc.
Es nuestra concepción cerrada de las disciplinas,
nuestros "campos de estudio", lo que hace que nos resistamos a
enfocar los análisis desde esta perspectiva. Es ese "purismo", esa
"especificidad", fantasma generado por la razón, que nos limita y nos
lleva a considerar muchas veces los nuevos textos como "perversiones"
o degeneraciones culturales.
Escribió Darnton:
Postulo
que la nueva información debería obligarnos a repensar el propio concepto de
información. No deberíamos imaginarla como hechos sólidos o como «pepitas» de
realidad, listos para que los saquemos de la cantera de periódicos, archivos y
bibliotecas, sino más bien como mensajes que son transformados continuamente
durante el proceso de transmisión. En lugar de enfrentarnos a textos firmemente
fijados, lo hacemos a textos múltiples y mutables. (43)
Su reflexión, al hilo de las publicaciones
electrónicas, es extrapolable al fenómeno de la totalidad de la Cultura, flujos
de información, continuo movimiento traductor, que produce las modificaciones
culturales actualizándolas a las nuevas demandas de consumo. La mentalidad
clasicista de la "separación de lo diverso" —como la separación de
los géneros literarios, que no debían entremezclarse, so pena de ser acusado de
"bárbaros"—, del racionalismo de lo "claro y distinto"
cartesiano, necesita abrirse para poder contemplar con una mirada más
comprensiva los fenómenos de la cultura real.
Analizamos el mundo desde nuestros prejuicios
teóricos e intereses prácticos, pero el mundo, "sin embargo, se mueve".
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