Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La proliferación
de películas con trasfondo histórico, con mayor o menor distancia temporal, desde
Lincoln a Argo o Zero Dark Thirty hace
reflexionar en la páginas de The New York
Times a Manohla Dargis, la jefa de la sección de crítica cinematográfica
sobre las relaciones entre la Historia y la Ficción bajo el sugestivo título
" Confronting the Fact of Fiction and the Fiction of Fact"*. Dargis
sostiene que los recelos mostrados por los críticos —no los cinematográficos— sobre
las películas se deben al clima de sospecha que se ha creado en las sociedades
por causa de la manipulación de los hechos mismos. Simplemente, desconfiamos y
en esa desconfianza se encuentran incluidas las películas o cualquier otra
forma de discurso narrativo (cine, novela, noticias...) que usemos para contar
y que incluyan una visión de lo acontecido.
Señala
Dargis en su artículo:
Audiences are used to reading the
words “based on a true story” as a hedge rather than a promise (or a threat!).
And we are often in the dark
about just what has been changed or omitted. Even devoted history buffs may not
remember the tally of votes in Congress nearly 150 years ago. But thinking
adults can tell the difference between a fiction film and a nonfiction one,
despite the worried warnings from politicians and others who have recently been
moonlighting as movie critics. Behind some of the most inflamed concern over
works like “Lincoln” and especially “Zero Dark Thirty” is a thinly veiled distrust
of the American public — that, well, moviegoers are just not smart or
sophisticated or schooled enough to know the difference between fact and
fiction, on-screen lies and off-screen ones.*
Esta
incapacidad de distinguir entre los detalles no afecta solo la Historia y las
ficciones que se "basen" en ella, sino que forma parte del estatus
propio de los discursos históricos,
de los documentos o testimonios de los que se parta para su recreación. La
Historia es un relato que se construye sobre otros relatos, sobre textos de
variable fiabilidad, honestos o deshonestos, auténticos o falsificados, siempre parciales. Es un relato que lucha por
ser convincente, por merecer nuestra confianza y aceptación.
La
configuración de la memoria histórica es compleja, inestable e interesada. Esto
afecta a la constitución de la propia Historia, que tuvo que reconfigurarse en
objetivos y métodos, consolándose ante el hecho de que la "verdad
histórica" era un elemento huidizo, difícil de rastrear entre los restos
posmodernos de la "realidad" misma.
Quizá el
punto máximo de desconfianza reciente se dio en los Estados Unidos, con la
administración Bush y las "armas de destrucción masiva", de las que
se presentaron todo tipo de documentos probatorios, los suficientes como para
justificar una invasión y arrastrar a otros países a una guerra. Por eso, irónicamente, la
película "Argo", una de las candidatas a los premios Oscar esta noche, hace
trabajar juntos a la CIA y al mundo de Hollywood, ambas poderosas fábricas de
ficciones, como bien señala Manohla Dargis. Toda la película nos muestra el
ejercicio de dar consistencia a lo que no existe, una película. ¿Por qué
debemos aceptar que la película "Argo" es "histórica"
cuando nos muestra una historia en la que "Argo" es una falsedad? La
cadena de la desconfianza se puede extender hasta el infinito. Toda prueba es
falsificable. La publicidad de "Argo" indica que está basada en una "historia verdadera desclasificada". Es otra vuelta de tuerca del "basada en hechos reales". ¿Es más "verdadera" por haber estado "clasificada"?
La idea
de que existe un permanente fondo falsificado, que todo discurso es
manipulación, que son solo representaciones interesadas de una verdad inaprehensible,
se vería contrarrestado por el aumento de obras que se presentan como
"verdaderas" —biográficas, históricas, documentales—, una forma de
compensación.
Manohla
Dargis habla de la existencia de un "ethos documental":
These movies attest to the ascendance of what
might be called a documentary ethos (all reality, all the time) that pervades
in every corner of the culture — from “found footage” horror movies like the
“Paranormal Activity” franchise to the variously artificial forms of reality
television — and that has helped to further blur the already fuzzy line between
fact and fiction.
El
filósofo e historiador del pensamiento, Stephen Toulmin, discípulo de
Wittgenstein, dedicó su obra a mostrar que la racionalidad moderna era un
mecanismo compensatorio para ocultar la incertidumbre natural del pensamiento,
que alcanzar la "verdad" era un deseo insatisfecho, una pretensión más que un hecho, y en ocasiones una pretensión peligrosa cuando se quiere imponer. De alguna forma,
este "ethos documental"
parece tratar de acumular evidencias para mostrar una verdad que se escapa y de
la que se recela cuando se nos presenta cargada de abalorios. Las formas
realistas o documentales no son evidencias, sino certificaciones, avales,
marcas para su aceptación; establecen la forma en que las "consumimos",
el "genero" al que se adscriben y el "contrato de lectura"
correspondiente. Navegamos entre los discursos y sus marcas identificativas. A
veces, algunos cambian las etiquetas.
En
2005, Joshua Wolf Shenk hacía la siguiente reflexión desde las páginas de la
revista Time sobre la figura de
Abraham Lincoln, otro de los personajes sobre los que se ha debatido por la
película de Steven Spielberg:
We don't outright invent history, but often it
is made by the questions we ask. Few figures have provoked more questions than
Abraham Lincoln, both because of his broad importance and his fantastic
complexity. And few figures have proved so malleable. At times, the bearded man
in the stovepipe hat seems much like a hologram, a medium for our fears and
fantasies. Recent claims that Lincoln was gay —based on a tortured misreading
of conventional 19th century sleeping arrangements— resemble the long-standing
efforts to draft the famously nonsectarian man for one Christian denomination
or another. Over the years, he has been trotted out to support everything from
communism and feminism to prohibitionism and vegetarianism. But if a figure can
be made to stand for everything, does he really mean anything?**
Entre
la imposibilidad de la Historia y la historia como Verdad absoluta existe la
complejidad y diversidad de los discursos que tratan de dar cuenta de ella. Necesitamos
de la Historia como necesitamos las ficciones; ambas surgen del mismo sitio, de
los mitos, de la necesidad psicológica y sociológica de explicar el mundo y de
encontrarnos en él, de compartirlo con otros. La Historia necesita del mismo
fondo de "ilusión" que la novela, la crónica periodística, el teatro
o el cine, de los mismos mecanismos narrativos y cognitivos; necesita que, a
través de palabras o imágenes, imaginemos un mundo "aceptable". Y
dudoso.
* Manohla Dargis:
"Confronting the Fact of Fiction and the Fiction of Fact". The New York Times 22/02/2013
http://www.nytimes.com/2013/02/23/movies/awardsseason/the-history-in-lincoln-argo-and-zero-dark-thirty.html?hp&_r=1&
** Joshua Wolf Shenk: "The True Lincoln" Times
Magazine 5/07/2005 http://www.time.com/time/magazine/article/0,9171,1077281,00.html
* Joaquín Mª Aguirre es profesor de la UCM, crítico, editor de la revista de estudios literarios Espéculo y del blog El juego sin final. Su blog diario es Pisando charcos.
* Joaquín Mª Aguirre es profesor de la UCM, crítico, editor de la revista de estudios literarios Espéculo y del blog El juego sin final. Su blog diario es Pisando charcos.