miércoles, 23 de septiembre de 2015

Los hablantes enfrentados*

Joaquín Mª Aguirre (UCM)**
Hace unos días tuvimos ocasión de ver en nuestro seminario de trabajo doctoral una notable película, una película de esas que pasan desapercibidas para el gran público. Se trata de la película del director norteamericano de origen chino, Wayne Wang, y su título es "Mil años de oración" (A Thousand Years of Good Prayers 2007). En España, mereció la Concha de Oro del Festival de San Sebastián, de lo cual me alegro mucho.
A diferencia de otras películas muy comerciales de Wang, "Mil años de oración" es una pequeña joya intimista —así la calificaron con razón algunos críticos— basada en un relato de la escritora china, también afincada en los Estados Unidos, Yiyun Li. Entre sus grandes producciones de Hollywood (Sucedió en Manhattan, El club de la buena estrella, Las últimas vacaciones, etc.), Wang introduce algunas piezas independientes como la también celebrada y premiada Smoke (1995) para la que contó con material literario de Paul Auster. Nos muestra así la doble cara de un cineasta que, como muchos otros, se embarcan en los proyectos de la industria y salvan su alma mediante estas películas en las que puede expresar otro tipo de cosas.
En este caso, el de Mil años de oración, Wang contó con el material literario de la escritora china Yiyun Li (contó con ella para La princesa de Nebraska, 2008), quien tiene una gran valoración por parte de la crítica norteamericana que la considerada una autora relevante de su generación. Li llegó a Estados Unidos para estudiar Ciencias y se decantó por la Literatura, que también es una forma de ver el mundo, pero desde las irregularidades universales. Yiyun Li realizó el guión de la película, una magistral descripción, a través de detalles, palabras y silencios de las relaciones entre una hija, Yilan, y su padre que va a visitarla a los Estados Unidos después del divorcio de ella tras doce años de no verse.
De todos los riquísimos contenidos y motivos de reflexión, me interesa resaltar aquí el que se refiere al problema del lenguaje tal como es expresado a través de la comunicación entre el padre, portador de una visión del mundo, y la hija sufridora de esa visión paterna y superviviente a través de la distancia.
En uno de los momentos cumbre de la película el diálogo se centra en la distancia enorme entre lo que ella puede expresar en su lengua natal, el chino, y lo que puede expresar en su lengua cotidiana adoptada, el inglés.
El trabajo magistral de los dos actores (Henry O, el padre, y Faye Lu, la hija) permite comprender el cambio que ambos experimentan cuando usan el idioma que no es el suyo. Allí donde el padre usa un inglés imperfecto, que tiene que recurrir al gesto, a la onomatopeya para ser medianamente entendido, la hija se comporta de una manera muy distinta. Hasta la risa le cambia a Yilan cuando habla en inglés por teléfono, detalle que no se le escapara a su padre, quien la calificará como "risa obscena".

Evidentemente no se trata de que el idioma chino tenga dificultades para mostrar los sentimientos o establecer la comunicación. Toda la película nos muestra el esfuerzo real de las personas por comunicarse con los de otras lenguas y nos muestra cómo tienen problemas comunes con sus familias respectivas. Les es más fácil comunicarse con extraños que con los más próximos.
En la película, el caso más evidente es el personaje de "Madam", una mujer mayor iraní que chapurrea algo de inglés, pero que se dirige al padre de Yilan en farsi, de la misma manera que él se dirige a ella en chino cuando les faltan las palabras en inglés.
El minucioso trabajo de recopilar las palabras que no entiende escribiéndolas en su pequeña libreta nos muestra la voluntad comunicadora del señor Shi, el padre de Yilan. Los primeros planos de la película nos lo muestran con las amistades que ha hecho en el avión deurante el viaje a los Estados Unidos y el último nos lo muestra explicando sus fantasías en un tren a su compañera de viaje. El señor Shi es un gran comunicador... menos con su hija Yilan y su difunta esposa. En su vida comunicativa familiar solo ha levantado barreras y sembrado mentiras, impostura y fingimiento.
La lengua sirve de excusa para mostrar que la callada Yilan solo lo es ante su padre. No es la lengua, sino la lengua encarnada, la lengua viva que se cristaliza en las relaciones entre las personas delimitando las formas y posibilidades de comunicación entre ellas. Como ella explica muy bien a su padre, el hecho de no poder hablar de sus sentimientos con él ha hecho que le sea más fácil expresarlos en una lengua nueva, lejos de las cortapisas que las relaciones familiares le imponían.
Cuando Yilan recibe llamadas, se encierra en su cuarto porque la mirada del padre es ya un obstáculo para poder expresar sus sentimientos. En este sentido, la película es un ejercicio magistral de demostración de que la lengua es algo más que las palabras, que los diccionario son abstracciones de la vida y que las palabras y la forma de comunicarlas forman una unidad pragmática.


Frente a lenguaje explicado como código lingüístico, la Pragmática trata de establecer las condiciones contextuales en las que se da la comunicación. A la estabilidad de la gramática, que garantiza la legibilidad por la cohesión del discurso, la semántica empieza a tener variaciones con el uso de los sujetos para quienes las palabras pueden tener vinculados sentidos peculiares, especiales en función de su experiencia. Pero más allá de esto, están los hablantes enfrentados.
El diálogo es diferente en cada situación y muchas de ellas son traumáticas, como ocurre en el caso de Yilan y el señor Shi, su padre. Toda palabra está cargada entonces de las circunstancias de la vida entera; sobre cada sonido caen los ecos de las palabras dichas en situaciones que la memoria evoca en un ejercicio automático de recuperación, muchas veces involuntario. En diálogo, la comunicación, se realiza bajo tensión.
Es el peculiar oído del escritor y del actor en estos casos el que puede convertir el diálogo de un relato en un acto de realidad, de autenticidad lingüística si más allá de la norma de la lengua logra plasmar en las palabras la encarnación de sus personajes, de sus historias y motivos. Hay un diálogo trivial en el que solo pretendemos hacernos ver ante los otros y no mostrar nada, pero hay otras situaciones en las que el acto comunicativo —en el que el cuerpo acompaña al sonido en su tensión, porque el cuerpo responde antes que la mente consciente— se convierte en espacio traumático en el que desembocan los ríos de toda una vida de conflictos reprimidos, de sentimientos escondidos. "No te quiero herir", es la frase —que aparece en la película—  que se dice después de ser pensada millones de veces.

La escritora Yiyun Li
Me interesaban sobre manera las respuestas de mis estudiantes chinos ante la película. Después de verla se suscito un animado debate y pudimos escarbar en lo que hay tras las palabras. Ellos también tienen un lenguaje nuevo en el que expresar emociones nuevas o las que tenían antes y no podían expresar en el propio, como en el caso de Yilan y su padre. Durante la película pude escuchar risas en muchos momentos de ironía, momentos del desvelamiento de la figura del padre y también silencios profundos en los momentos en los que afloraban los dramas de la debilidad descubierta, de las falsedades repetidas una y otra vez porque es el papel que se elige o te imponen para representar. Dice Yilan en la película que si las familias fueran felices no existiría la literatura tradicional china. Probablemente la de ningún lugar. El gran misterio es porque las relaciones con las personas que amas se acaban convirtiendo en traumáticas y los roles familiares acaban construyendo muros insalvables a los que solo la distancia pone algún pobre remedio. Sí, los literatos tienen mucho material a su disposición en todas las culturas.
La fluidez de la comunicación debería avanzar frente a la rigidez de los papeles familiares. Las nuevas generaciones viven el impacto de esas distancias que los roles imponen. Hablar —y hacerlo sinceramente— no es siempre posible. El mundo cambia muy deprisa los roles familiares no tanto porque se reproduce el modelo aprendido. Y con él, las distancias.
Les he pedido que escriban sus ideas sobre esta película y así volcar en palabras lo que les parece. Así aprenderé yo de ellos todas esas cosas que se nos quedan en los ángulos muertos de la ceguera cultural, que son muchas. En el coloquio, algunas personas que habitualmente hablan poco, esta vez hablaron mucho.

* Este texto ha sido publicado el 20/09/2015 en Pisando charcos.

 ** Joaquín Mª Aguirre es profesor de la UCM, crítico, editor de la revista de estudios literarios Espéculo y del blog El juego sin final. Su blog diario es Pisando charcos.

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