Alejandro José
López Cáceres*
Con
excesiva frecuencia nos encontramos listas interminables. Quiero decir: cuando leemos
los análisis de versiones fílmicas basadas en textos literarios. Muchas de ellas
(por lo general referidas a las transformaciones llevadas a cabo en el proceso
de adaptación cinematográfica) suelen venir a dos columnas para facilitarnos el
repaso comparativo entre la película y la novela. Y ahí asoman, muy reverendas:
de personajes, de escenografías, de acciones, de épocas, de locaciones, de
escenas, de vestuarios. O realizadas con cualquier otro criterio. He de
confesar que cuanto más exhaustivas son, más tediosa puede llegar a ser la
lectura de estos itinerarios críticos. ¿Estoy sugiriendo que la exhaustividad
resulta indeseable en este tipo de análisis? No necesariamente. Tampoco digo
que el problema sean las listas en sí, como recurso metodológico. Pero habremos
de reconocer que demasiados estudios de esta naturaleza se extravían en la
minucia: buscando ponerlo todo, dejan de poner lo fundamental.
No
obstante, sabemos que elaborar listas siempre es un ejercicio tentador en estos
casos. Seguramente porque nos permite adelantarnos en la identificación de las diferencias
más notorias entre la obra cinematográfica y la novela original. Con todo, este
expediente no representa per se un verdadero
avance crítico. Me explico: dada la naturaleza intrínseca a todo trasvase, es
decir, al procedimiento que consiste en llevar un relato de un soporte
expresivo a otro (en este caso, del verbal al audiovisual), realizar modificaciones
viene a ser un presupuesto de base. Adaptar es transformar, es adecuar una
narración a los requerimientos y posibilidades de otro lenguaje. ¿Cómo
podríamos evitar, entonces, que el análisis de una adaptación fílmica devenga
en la constatación mecánica de aquello que de entrada ya se presupone? Habría, probablemente,
contestaciones muy diversas para este interrogante.
Ahora bien, me gustaría adelantar una respuesta de carácter general. Efectuar el estudio de una película basada en un texto literario previo pasa de modo sensible por interrogar la naturaleza de las transformaciones realizadas más allá de las adecuaciones expresivas que ya he señalado. En otras palabras, el análisis de una adaptación cobra auténtico interés crítico en la medida en que logre desplegar hipótesis de interpretación relacionadas con los cambios que en ella se han producido. De allí que elaborar la lista de marras no constituya más que una primera aproximación, un paso preliminar.
Ahora bien, me gustaría adelantar una respuesta de carácter general. Efectuar el estudio de una película basada en un texto literario previo pasa de modo sensible por interrogar la naturaleza de las transformaciones realizadas más allá de las adecuaciones expresivas que ya he señalado. En otras palabras, el análisis de una adaptación cobra auténtico interés crítico en la medida en que logre desplegar hipótesis de interpretación relacionadas con los cambios que en ella se han producido. De allí que elaborar la lista de marras no constituya más que una primera aproximación, un paso preliminar.
La
mayoría de las veces, sin embargo, sorprende el gran despliegue que se hace del
inventario de las modificaciones en contraste con el precario desarrollo de las
propuestas interpretativas. Pero hay un surtidor pródigo en este terreno,
siempre en condiciones de nutrir de hipótesis cualquier trabajo crítico. Tal
vez podríamos referirlo con esta pregunta: ¿de qué manera dialoga el proyecto
estético que rige la versión fílmica con aquel que determina la novela previa?
No hablamos, desde luego, del viejo debate sobre la fidelidad al original, pues sabemos que la calidad de una
adaptación cinematográfica no puede medirse en estos términos. Resulta claro
que toda obra de carácter artístico ha de alcanzar, para serlo, una entidad
propia (independientemente de que pueda estar basada en un texto anterior). Dicho
de otro modo, muy poco le sirve a un texto fílmico mantener dicha fidelidad a la obra previa si el
resultado final es una mala película. Éste es el principio que invocan directores
y guionistas al exigir plena libertad creativa cuando acometen cualquier labor
de adaptación.
Instalados
en la esfera analítica, por el contrario, resulta perfectamente legítimo
(incluso interesante y revelador) insistir en la comparación de las dos obras. Los
requerimientos del trabajo crítico no son los mismos que operan en la creación.
Y adentrarse en la comprensión de una obra adaptada significa, con toda
seguridad, desbordar los estrechos límites que una lista de transformaciones representa, por
exhaustiva que ésta sea.
* Alejandro José López Cáceres es escritor y Profesor Asociado en la Escuela de Estudios Literarios de la Universidad del Valle (Colombia)
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