domingo, 10 de marzo de 2013

Mundo y lenguaje

Joaquín Mª Aguirre (UCM)*
El gran sociólogo Norbert Elias, en su obra Reflexiones  en torno a la gran evolución. Dos fragmentos*, trató de presentar el problema que se plantea al dar cuenta de los fenómenos de la vida, del universo, a través de un instrumento marcadamente humano como es el Lenguaje.
Escribió Elias la siguiente reflexión:

El lenguaje firmemente estructurado de nuestros días dificulta la comprensión del proceso. Gustamos de emplear formulaciones como «la aparición de la vida» o «la primera forma viviente». Pero los términos de esta índole oscurecen el verdadero carácter del fenómeno, su carácter de proceso. Las habituales costumbres lingüísticas y del pensamiento nos empujan a buscar «orígenes» para la vida. Éstos, sin embargo, no existen. Nuestro aparato conceptual, y con él también nuestra capacidad de imaginación, apunta hacia una tajante y eterna diferenciación entre formaciones vivas y formaciones inertes. Esto hace que sea difícil tomar en cuenta formas de transición e imaginar formaciones previvientes que no sea posible clasificar según las familiares categorías de «vivo» e «inerte», que no eran meras formaciones fisioquímicas pero tampoco eran aún formaciones celulares biológicas. (309)

El problema de la discontinuidad del lenguaje frente a la continuidad de lo real se convierte en un obstáculo para la comprensión, ya que operamos con esas categorías que responden a lo estático de los conceptos lingüísticos. ¿Dónde comienza la separación tajante que el lenguaje establece entre «el tronco» y «la rama», entre «el día» y «la noche», entre la "fases" lunares; dónde en el crecimiento embrionario, entre los colores del espectro? Nuestras herramientas, pensamiento y lenguaje, configuradas la una con la otra, se encuentran una y otra vez con los límites del estatismo conceptual frente al movimiento real de los procesos. ¿Cómo dar cuenta de ellos? Si la comprensión se produce mediante la creación de categorías distintas, analíticamente, para poder abarcar el mundo que nos rodea, ¿cómo pensar en continuidades que restituyan nuestra fragmentación comprensiva?


La gran paradoja es que fraccionamos el universo para comprenderlo y con esa fractura se nos escapa una parte importante de la posibilidad de la comprensión. Hace falta un pensamiento y un lenguaje dinámicos para ir más allá. La necesidad de crear lenguajes que actúen como mediación entre el dinamismo del mundo y el estatismo conceptual se ha hecho cada vez más consciente y acuciante. El biólogo Ernst Mayr, por ejemplo, proclamó la necesidad de una Filosofía de la Ciencia diferente a la que habitualmente se construye desde el modelo de la Física por entender que este constituía un freno a la comprensión de los fenómenos que había que acotar y explicar, los relacionados con la complejidad ascendente de lo vivo. El "crecimiento" es más que el "movimiento"; la complejidad, más que la acumulación..
Convertir el mundo en "escritura", hacerlo inteligible, supone la elección de un lenguaje, las matemáticas, el lenguaje natural o cualquier otro, que podamos crear para mejorar nuestras descripciones, explicaciones, etc. Del mito a la fórmula matemática, hablamos del mundo que nos rodea intentando comprenderlo. Lo "traducimos" a signos, símbolos y construimos con ellos frases y enunciados, fórmulas y narraciones, diagramas e imágenes. Necesitamos un lenguaje que, como señaló Niklas Luhmann de todo proceso comunicativo, reduzca la complejidad. Nuestros ordenadores operan hoy con la mayor sencillez de lo binario y acumulamos lenguajes sobre lenguajes, "metalenguajes" que den cuenta unos de otros..

Al igual que la Ciencia, la Poesía trata de crear "imágenes" para desbordar ese aspecto discontinuo del lenguaje; usa las palabras tratando de forjar una continuidad que se asemeje al mundo, a la vida misma en su devenir. Su forma de conocimiento es diferente, pero se enfrentan a los problemas comunes de la representación, que se derivan de nuestra propia forma de pensamiento. Nosotros mismos necesitamos describirnos desde múltiples lenguajes —desde el arte, la química, la biología, la literatura...— para intentar dar cuenta de algo que se nos escapa por entre ese estatismo: la dimensión temporal, transformatoria, característica de lo vivo, la mutación permanente, que encerramos fraccionaria en "clases", "especies", "categorías" y "definiciones". El mundo es diverso y cambiante. Nosotros, que formamos parte de él, también.
El lenguaje, como el cine, crea la ilusión del movimiento. Los fotogramas estáticos nos hacen percibir el movimiento continuo. Sabemos que hay algo, entre fotograma y fotograma, que se nos pierde, que ese movimiento es una ilusión. No por ello es falso ni feo. Por eso amamos las ficciones y los lenguajes con que se fabrican.

* Norbert Elias (2002). Compromiso y distanciamiento (1983). Ediciones Península, Barcelona.


Joaquín Mª Aguirre es profesor de la UCM, crítico, editor de la revista de estudios literarios Espéculo y del blog El juego sin final. Su blog diario es Pisando charcos. 

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